La semana pasada estuvimos hablando de la asertividad como uno de nuestros grandes aliados en la educación y crianza de nuestros hijos, así que he pensado que, además de las técnicas asertivas que os mostré y los consejos que os dí, esta semana, al hablar de los recursos, podría resultaros interesante que os compartiera alguna de las actividades que utilizo tanto en casa como cuando trabajo.
Puesto que el desarrollo cerebral de los niños sigue diferentes etapas, las actividades para fomentar la asertividad también van encaminadas según la edad de los pequeños.
En la primera infancia, hasta los seis años, predicamos más con el ejemplo y utilizando alguna de las técnicas que os facilité aquí.
Entre los seis y los doce años podemos utilizar alguna de las siguientes actividades:
1.- Escenificamos situaciones
Dos miembros de la familia (podéis aprovechar cuando viene algún amigo a casa si sois pocos) tienen que escenificar la siguiente situación: Uno (A) tiene bolígrafo para escribir. Otro (B) va a escribir y no tiene bolígrafo. El adulto que está con ellos le dice en privado a B que se lo pida a A de forma agresiva.
Una vez lo han hecho analizamos juntos qué ha pasado con preguntas como: ¿Qué os parece? ¿Cómo se desarrolló el diálogo? ¿Cómo os habéis sentido? ¿Se ha resuelto la dificultad? ¿Se ha creado alguna dificultad? ¿Cómo hubierais reaccionado de otra forma?
2.- Nos hacemos cosquillas.
Jugamos a hacernos cosquillas con nuestro hijo. Normalmente llega un momento en que pedimos parar por las razones que sean y normalmente el otro sigue haciéndonos cosquillas. En cuanto hemos parado el juego analizamos juntos con preguntas como: ¿Qué os ha parecido? ¿Os habéis sentido a gusto? ¿Os ha molestado algo? ¿Cómo os gustan las cosquillas? ¿Qué cosquillas son las que no os gustan? ¿Cuándo os hacéis cosquillas? ¿Quién os las hace? ¿Os habéis dado cuenta que cada persona tiene unos gustos diferentes y todos son respetables? ¿Qué cosas os molestan? ¿Qué podemos hacer cuando alguien nos hace algo molesto? Cuando algo molesta a alguien tenemos que dejar de hacerlo…
3.- Decir lo que pensamos.
Más a menudo de lo que nos gustaría, nos cuesta decir lo que realmente pensamos y necesitamos practicar para que poco a poco nos vaya saliendo solo. Esta actividad consiste en eso, buscar un rato con nuestros hijos para practicar y decir lo que pensamos. Podemos animarlos con los siguientes ejemplos (nosotros también tenemos que practicar):
A veces nos da miedo decir lo que pensamos. Por ejemplo: . . . . . . . . . . . . . . .
A veces nos da vergüenza decir lo que pensamos. Por ejemplo: . . . . . . . . . . .
A veces no decimos lo que pensamos para que no se ofenda otra persona. Por ejemplo: . . . . . .
Se trata de buscar ejemplos de situaciones en las que realmente nos resulta difícil decir lo que pensamos y estudiamos la manera de intervenir de forma constructiva. “¿Quieres que te diga una cosa? Yo sobre esto. . . Y en cuanto a eso otro. . .” “Yo creo que. . .”
Es importante tener la capacidad para decir lo que pensamos con serenidad, sin agresividad. Un primer nivel de asertividad es simplemente decir lo que uno piensa. Para eso, a veces, necesitamos entrenarnos un poco. Aprendemos a aclarar nuestras ideas, serenarnos, pedir el turno de palabra… Expresamos nuestros propios pensamientos, hablando de nosotros mismos, no de las otras personas al tiempo que manifestamos respeto por sus necesidades.
A partir de los doce años, nos encontramos con que nuestros hijos entran en la adolescencia y podemos trabajar de las siguientes formas la asertividad.
4.- El colchón.
Nos ponemos dos miembros de la familia a practicar esta actividad; si tenemos dos hijos adolescentes mejor los ponemos a ellos y nosotros les acompañamos en la reflexión.
Se trata de que uno de los miembros de la pareja intenta convencer al otro de algo que ya sabe de antemano que discrepan: “Tienes el pelo sin peinar”, “Bailas de una manera muy rara”, “ Vas vestido fatal”….
La persona “a convencer” contestará siempre defendiendo su postura con una de estas respuestas: “Bueno.” “Es cierto”, “Es lógico” o “Es posible”.
Después cambiamos los papeles y se analiza cómo nos sentimos cuando nos intentan imponer una opinión, cuando estamos seguros de nuestra opinión, cuando alguien nos da la razón pero sigue haciendo lo que quiere… Habrá que advertir que mantener tu propia opinión no siempre es positivo.
5.- ¡Quiero hablar contigo!
Aquí proponemos el siguiente diálogo para que aportemos un final.
– ¡Quiero hablar contigo!
– Ya estás hablando conmigo!
– ¡Quiero hablar contigo! Vamos a la habitación y hablamos.
– Mira, tengo mucho que estudiar. Quiero preparar un examen. . . . . .
Lo repetimos varias veces con distintas entonaciones, distintos finales. . . y después reflexionamos juntos de lo que nos ha parecido, cómo nos hemos sentido, cómo creemos que podíamos haberlo dicho de otra forma…
Como vemos, en la mayoría de los casos se trata de roles-playings, de teatralizar situaciones que podemos encontrarnos para ir cogiendo soltura y confianza a la hora de ser más asertivo.
Os animo a que practiquéis con vuestros hijos o alumnos porque, como os dije la semana pasada, los beneficios de ser asertivos son muchos.
Gracias por leerme y, ya sabéis que si compartís, le dais al “me gusta” o me dejáis vuestros comentarios os estaré muy agradecida.
Un abrazo,
Raquel.