Esta semana nos toca hablar de libros y, como la vez anterior os recomendé los Minis para los peques, esta semana hablaremos de uno de los libros que considero imprescindibles para nosotros, los padres o cuidadores.
Ya sabéis que libros hay muchos, pero en este espacio lo que hago es recomendaros libros que me ayudaron a ver la infancia con otros ojos, libros que me invitaron a reflexionar y cambiar la forma en que educaba a mis hijos (recordad que tengo tres, y el cuarto viene en camino XD), y dos de ellos son adolescentes que fueron educados con una educación más tradicional, basada en el conductismo. Muchos fueron los factores que me permitieron cambiar, entre ellos los libros que os voy recomendando es este espacio, y el de hoy es uno de ellos.
Está claro que el libro por sí solo no os va a hacer cambiar nada, pero si leéis mi blog y seguís mi página es porque ya os planteáis otras formas de educar a vuestros hijos, al fin y al cabo se trata de tomar consciencia de la importancia de nuestra labor como educadores, de la huella que dejaremos en nuestros pequeños. En ningún caso os recomendaré libros sobre cómo criar niños perfectos porque, para empezar, nosotros nunca seremos padres perfectos.
Bueno, no me enrollo más y hoy os hablo del libro “Educar en el asombro”, de Catherine L’Ecuyer.

Catherine L’Ecuyer es canadiense pero vive en nuestro país, concretamente en Barcelona desde hace años y es madre de cuatro hijos ( ¿véis como no soy la única?).
En la actualidad investiga, escribe e imparte conferencias sobre temas educativos. En el 2014 una revista suiza publicó un artículo que convertía su libro (del que hoy hablamos) en una teoría de aprendizaje, por lo que el libro de hoy no es una moda más.
Además de éste, es autora del libro “Educar en la realidad” que trata el uso de las nuevas tecnologías en la infancia y adolescencia (prometo entrada).
Ahora, una vez hechas las presentaciones, vamos con el libro que nos ocupa. El libro empieza con una cita de C.K. Chesterton que ya de por sí, invita a la reflexión:

“Cuando muy niños, no necesitamos cuentos de hadas, sino simplemente cuentos. La vida es de por sí bastante interesante. A un niño de siete años puede emocionarle que Perico, al abrir la puerta, se encuentre con un dragón; pero a un niño de tres años le emociona ya bastante que Perico abra la puerta”.

La autora parte de la premisa que el asombro está presente en todo niño, que lo llevamos incorporado de fábrica y la clave está en saber aprovecharlo. Según podemos extraer de la lectura, los niños no precisan de más estímulos o enseñanzas que las que le vienen dadas en su desarrollo normal (Sigue al niño, decía María Montessori), las que ellos van demandando según su propio ritmo, no las que nosotros les demos (incluye aquí todos los aspectos educativos y formativos, ¡menudo debate!). Disfrutar de las cosquillas que hace una hormiga en la palma de la mano, explotar papel de burbujas, las pompas de jabón…Éste es el sentido del asombro al que se refiere la autora y el que lleva a los niños a descubrir el mundo. En palabras de la autora, se trata de su motivación interna, su estimulación temprana natural.
En la actualidad, tenemos tanta prisa que tendemos a reducir la infancia obligando a los niños a vivir como adultos, lo que nos lleva a una infancia expuesta a estímulos para los que no están preparados al tiempo que les privamos de experiencias vitales para ellos, saturándolos, ahogando su asombro y matando su curiosidad que, recordemos, es su estímulo natural para desarrollarse.
Para que el aprendizaje sea realmente provechoso, es necesario que nazca del interior del niño, de sus intereses y necesidades, no de lo que nosotros o la sociedad decida que necesita en ese momento. De ahí, nos dice la autora, la necesidad de asombro como motor de aprendizaje.

En la lectura de hoy podemos ver que una de las mejores formas de aprendizaje es el juego libre. Y parece que hoy en día eso es una locura. ¿Cuántos padres dicen que sus hijos SÓLO juegan? ¿Que no hacen nada más, que no quieren pintar en el ordenador o aprender a escribir? Eso no es nada motivador. Lo que motiva es jugar de forma libre, simulando roles, asimilando normas de convivencia, usando la imaginación…sólo así, a través del ensayo-error, los niños desarrollan sus habilidades naturales.
Para Catherine L’Ecuyer, la naturaleza es una fuente inagotable de aprendizaje. Una reserva desaprovechada de asombro donde no hay atajos y nos permite perfeccionar la atención y observar. Pocos son los niños que hoy en día disfrutan y aprenden en la naturaleza de forma habitual. La autora nos recuerda que necesitamos paciencia para ver crecer una planta o para ver cómo se vuelven a poner en fila las hormigas.
También nos habla de la importancia del silencio. De la importancia de aprender a parar estos ritmos frenéticos y escucharnos. Escuchar nuestros cuerpos y lo que necesitamos.
Finalmente, nos habla de la belleza y el feísmo, valores que hemos distorsionado mucho en las sociedades actuales.
En definitiva, L’Ecuyer, en su libro “Educar en el asombro” nos invita a buscar menos recetas y más sentido común, más dejar que el niño se desarrolle a su propio ritmo y menos expectativas sobre ellos. Menos presumir de ellos y más disfrutar con ellos.

Todos nacemos originales y morimos copias – Carl Jung

Gracias por leerme y, ya sabéis que si compartís, le dais al “me gusta” o me dejáis vuestros comentarios os estaré muy agradecida.
Un abrazo,
Raquel.

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Raquel Ripoll

Educa-t-nos surgió con la intención de dar respuesta a las necesidades de padres e hijos, educativas o sociales que afectan al bienestar familiar. En Raquel Ripoll doy un paso más. Te lo cuento todo en Sobre mí

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