¡Hola a todos! ¿Cómo va la semana?
Nosotros seguimos adaptándonos al nuevo miembro de la familia y disfrutando de tiempo juntos.
Siempre que os explico que se puede educar sin castigar simplemente dejando que sucedan las consecuencias naturales y/o lógicas a lo que han hecho los niños, os cuesta haceros una idea, incluso en muchas ocasiones se confunden consecuencias con castigos. Así que hoy me he propuesto explicaros esas pequeñas / grandes diferencias entre castigos y consecuencias. ¡Agarraos que vienen curvas!
El castigo es algo impuesto por nosotros en un intento de frenar un comportamiento que nos molesta: Si no recoges los juguetes te vas a la habitación; si no te pones el pijama te quedas sin cuento. Puede resultar efectivo al momento porque conseguimos que el niño deje de hacer lo que no nos gusta, pero… ¿cuántas veces me decís que no aprenden y que tenéis que castigarlos por lo mismo una y otra vez? Con el castigo no trabajamos la raíz del “problema”, sólo nos centramos en la punta del iceberg, por lo que la conducta que nos molesta se repetirá una y otra vez. Además, el castigo sólo sirve para dañar el vínculo con nuestros hijos, sembrando rabia y resentimiento y, lejos de lo que pensamos, no les hace reflexionar sobre su comportamiento, por lo que éste tiende a repetirse.
Normalmente, detrás de un castigo, se esconde una intención por parte del adulto de dar una lección al niño “para que aprenda”. En realidad, esta actitud por nuestra parte, está estrechamente ligada a nuestra rabia, nuestra frustración y nuestra impotencia por no poder conseguir que nuestro hijo cambie su conducta.
Por su parte, las consecuencias permiten que nuestro hijo forme parte de la solución y que el error sea parte de un aprendizaje. Enseñan a nuestros hijos a hacerse responsables de sus acciones y de su conducta.
Podemos hablar de dos tipos de consecuencias: consecuencias naturales y consecuencias lógicas.
Las consecuencias naturales son aquellas que suceden sin que nadie las imponga o las decida, son las que nos pasarían a todos (no sólo a los niños) si tuviéramos ese comportamiento. Obviamente, son las más recomendables a aplicar siempre que se pueda, porque no todo tiene una consecuencia natural: si no pones a lavar la ropa, estará sucia; si te acuestas tarde, tendrás sueño.
Por su parte, las consecuencias lógicas son aquellas que, si bien están impuestas por nosotros, están directamente relacionadas con el comportamiento que nos molesta. Son la mejor opción cuando, como hemos dicho antes, no hay consecuencias naturales al comportamiento. Si tiras la comida, después habrá que limpiar el suelo; Si te acuestas tarde, perdemos tiempo de leer cuentos.
Es importante que las consecuencias lógicas se establezcan desde la tranquilidad y sin intención de castigar, de lo contrario, si lo hacemos desde el enfado, se pueden convertir en un castigo. Lo más recomendable es evitarlas lo máximo posible para que no se conviertan en castigos.
No olvidéis manteneros firmes y llevar la consecuencia hasta el final aunque nos cueste. Sin gritar ni enfadarnos: si no han puesto la ropa a lavar, no la lavaremos. Nuestro objetivo es que aprendan las consecuencias de sus actos y si no cumplimos con la consecuencia, no lograremos nuestro objetivo.
Para aplicarlas hay que tener en cuenta una serie de pautas:
- No sermonear ni añadir ningún tipo de comentario tipo: te lo dije, lo veía venir…
- Intentar ser empático con nuestros hijos.
- Hay que acompañarlos y consolarlos sin llegar a sobreprotegerlos.
- Respetar los sentimientos de los niños, sin ironías ni humillaciones.
Te invito a intentar desterrar los castigos en la relación con tus hijos e intentar aplicar las consecuencias cuando sean necesarias y contarme los resultados sin olvidar que aplicar consecuencias en lugar de castigos requiere de mucha paciencia por nuestra parte, pero recordad que nuestro objetivo es que se dé cuenta de su comportamiento y él mismo aprenda a poner una solución.
Y hasta aquí la entrada de hoy. Gracias por leerme y, ya sabéis que si compartís, le dais al “me gusta” o me dejáis vuestros comentarios os estaré muy agradecida.
Un abrazo,
Raquel.