No podemos negar que los conflictos forman parte de nuestra vida y, además, si los sabemos aprovechar, son una gran fuente de aprendizaje.

Tener conflictos significa que estamos vivos, y lo mejor que podemos hacer es aprender a manejarlos, entre otras cosas, porque algunos son inevitables.

Lo que sí es evitable son sus consecuencias negativas, ya que todos tenemos recursos internos e innatos que nos dotan de las capacidades necesarias para abordarlos, aunque es cierto que las estrategias útiles “se aprenden”.

Decimos que existe un conflicto cuando alguien piensa que el comportamiento de los demás es un obstáculo que se interpone en el logro y satisfacción de los objetivos y necesidades propios. Desde esta definición entendemos que los conflictos entre padres e hijos suelen ocurrir porque tenemos visiones distintas sobre cómo deberían ser las cosas, así como necesidades, intereses y deseos contrapuestos.

Nuestra tendencia a ver los conflictos como algo negativo, algo a evitar debe a:

  • La forma en que los resolvemos (discusiones).
  • Muchos de nosotros sentimos que no tenemos las herramientas y recursos para abordarlos.
  • Para afrontar un conflicto son necesarias muchas energías, tiempo y habilidades adecuadas de enfrentamiento (y hoy en día con el ritmo de vida que llevamos es complicado).

Pero ante un conflicto es importante tener presente que:

  • Todos tenemos puntos de vista y necesidades diferentes que pueden hacer chocar nuestros intereses.
  • La solución pasa por la negociación y por llegar a acuerdos.
  • Si conseguimos hacerlo, enseñamos a nuestros hijos a hacer lo mismo.

Es necesario que utilicemos el conflicto como una oportunidad de cambio, aprendizaje y mejora, ya que nos será muy útil en la vida.

Por otra parte, me gustaría comentarte que las emociones básicas que experimentamos cuando se vive un conflicto son la rabia, la tristeza y el miedo. A veces de forma independiente y otras todas a la vez. La resolución de conflictos no es otra cosa que la expresión adecuada de estas emociones (asertividad), la escucha de las de los demás (escucha activa) y la búsqueda de alternativas válidas para los miembros que experimentan el conflicto (enfoque en soluciones).

Teniendo esto en cuenta, cuando queramos resolver un conflicto con nuestros hijos o alumnos, lo primero que vamos a hacer es IDENTIFICAR EL PROBLEMA. Reconocerlo y definirlo de forma clara y sencilla. Ten presente que la comunicación juega un papel muy importante en la resolución de cualquier conflicto. La clave es escuchar con atención y sentirse comprendidos.

Si queremos resolver un conflicto de forma asertiva, debemos olvidarnos de utilizar etiquetas y centrarnos en MENSAJES YO, SIN CULPABILIZAR. Es decir, expresar lo que yo he vivido, cómo lo he interpretado, cómo me he sentido, qué me hubiera gustado que pasara.

  • Hablaremos en tiempo presente. El pasado no se puede cambiar. Nos centramos en el aquí y ahora.
  • No agobiaremos con una larga lista de quejas. Hay que centrarse en el conflicto que nos ocupa.
  • Evitamos el uso de etiquetas o características globales (tu dejadez, tu vagancia, tu egoísmo…).

Por otra parte, invitaremos a nuestros hijos o alumnos a que expresen su problema, necesidad o malestar (Escucha activa) pidiéndole que nos cuente lo que ha vivido, cómo lo ha interpretado, cuáles eran sus intenciones reales, como se ha sentido y qué le hubiera gustado que sucediera.

Esto nos ayudará a ver aspectos que no veíamos desde nuestra postura y nos permitirá cambiar la interpretación de los hechos o, por lo menos, ver otras vertientes y con ello a cambiar nuestra emoción y comportamiento.

Una vez que el problema ha sido identificado y ambas partes hemos expuesto nuestros puntos de vista y cómo nos hemos sentido, es hora de centrarnos en buscar soluciones. De nada sirve buscar culpables, excepto para alejarnos de nuestro hijo o alumno. La idea es que las personas en conflicto lleguemos a un acuerdo beneficioso para todos y para ello es necesario analizar el problema descubriendo cuál es su verdadera causa. Es importante identificar cuál es nuestra responsabilidad en él e intentar resolverlo.

RESUMIENDO:

  1. Haz una observación. “Me doy cuenta que… y me gustaría encontrar otra forma de solucionar esto que fuera buena para los dos”.
  2. Pregunta a tu hijo cuál es su punto de vista referente al problema y cómo se siente. Escucha sin interrumpir ni juzgar a menos que sea para preguntar: “¿Algo más? ¿Alguna otra cosa?” Cuando termine retroaliméntalo de la siguiente forma “Te sientes…porque…y te gustaría…”
  3. Explica tus sentimientos y punto de vista sobre el problema. Pídele que te retroalimente.
  4. Agradécele. “Gracias por compartir tus sentimientos y pensamientos”.
  5. Pregunta “Has pensado qué otra cosa podrías hacer”. Haced una lluvia de ideas.
  6. Elegid una solución que sea aceptable para ambos por un período corto de tiempo (un día, una semana..). Si tenéis tiempo, usad la alternativa propuesta para hacer un juego de roles.
  7. Acordad fecha de revisión y compartid agradecimientos.

Hay que tener en cuenta que es un proceso que lleva su tiempo de aprendizaje.

Ya sabes cómo funciona esto, si comentas o compartes me ayudas un montón y, además, puedes ayudar a alguien haciéndole llegar una información que igual le resulta útil.

Gracias por leerme,

Raquel.

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Raquel Ripoll

Educa-t-nos surgió con la intención de dar respuesta a las necesidades de padres e hijos, educativas o sociales que afectan al bienestar familiar. En Raquel Ripoll doy un paso más. Te lo cuento todo en Sobre mí

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